El canto del grillo

El canto del grillo

Fábula corta: El canto del grillo

 

Érase una vez una pequeña aldea de Guatemala, perdida entre los árboles y los largos caminos, en la que vivía un grillo pequeño y solitario. Día y noche, el grillo cantaba feliz, y su canto alegraba la vida de los aldeanos. Así, en aquel pequeño pueblo nadie necesitaba encender la radio o el televisor para saber cómo se comportaría el clima. Los niños, las mujeres y los hombres sabían que a través del canto del grillo, y su vasto repertorio de sonidos, este les avisaría cuando vinieran días soleados, cuando lloviera a cántaros…, incluso cuándo se acercara algún terremoto.

 

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Los aldeanos se maravillaban todo el tiempo de lo exactos que eran los anuncios del grillo, y por ello comenzaron a adularlo, diciendo cosas como: “¡Oh, qué hermoso es el canto del grillo! ¡Y qué necesario es! ¡De no ser por su canto, entonces estaríamos perdidos! ¡No podemos vivir sin él!”. Y aquellas adulaciones hicieron que el grillo comenzase a sentirse poco a poco más importante que los demás.

—Si mi canto es tan importante y necesario —se decía el grillo—, ¿qué es lo que estoy haciendo en un pequeño pueblo como este? ¡Estoy perdiendo mi tiempo! Mi canto es tan importante que debería ser escuchado en un lugar inmenso, donde tenga un gran auditorio. Un lugar como… como… ¡como el mar, sí! ¡Un auditorio tan grande como el mar, eso es! Solo en un lugar como el mar, que es infinito, mi canto podrá hacer valer la importancia que tiene.

Tomada la decisión, el grillo hizo las maletas para viajar hasta el mar, dijo adiós a los aldeanos y partió por uno de los tantos caminos viejos cercanos al pueblo. Fue una travesía larga y penosa, de varios días, pero el grillo avanzaba sin parar, convencido de que frente al mar encontraría a ese publico que tanto merecía su canto. Nada más llegar hasta la orilla y aún con la maleta a cuestas, el grillo empezó a cantar, cuando de pronto algo curioso sucedió. A pesar de que el grillo cantaba fuerte y claro, su voz no era escuchada. El vasto mar tenía su propio canto, una música propia que jamás se detenía, por lo que no podía escucharse su voz.

El grillo intentó una y otra vez hacerse escuchar por encima del canto del mar, pero era inútil. Simplemente se trataba de un canto inabarcable, que no permitía que se escuchara el canto del grillo. Y después de tanto probar, pensó que no valía la pena seguir intentándolo:

—Ya que nunca podré superar el canto del mar, lo mejor que puedo hacer es volver a la aldea —se dijo el grillo—, ahí al menos apreciaban mi cantar y me hacían sentir importante.

 

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Así fue cómo el grillo emprendió el viaje de regreso hacia su aldea, por el mismo viejo camino que le había llevado al mar. Pero al llegar se encontró con el pueblo hecho un desastre. Sin su canto, se habían perdido las cosechas, los muchachos llegaban empapados a sus casas en época de lluvia, quemados por el sol cuando este iluminaba fuertemente el cielo…, e incluso se habían derrumbado un par de casas por un terremoto que nadie pudo prever. Y el grillo se dio cuenta de que el pueblo le necesitaba mucho de verdad, por lo que sin demorarse más inició de nuevo su canto.

Gracias a su vuelta, los aldeanos fueron felices de nuevo y pudieron volver a vivir sus vidas con normalidad, recuperándose poco a poco de todos los desastres sucedidos. Pero también volvió a sentirse feliz el grillo, pues pudo darse cuenta de lo apreciado que era su canto y comprender su importante labor.

 

Moraleja del la fábula del canto del grillo

 

Por eso la moraleja de esta fábula, amiguitos, es la de ser conscientes de que, incluso con una audiencia pequeña, las cosas que hacemos pueden tener una gran importancia, o que a veces lo que parece más insignificante puede resultar ser lo más valioso de nuestras vidas. ¡Importante lección la que nos deja el grillo de esta historia!


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